«¿El negocio? Muy sencillo. ¡Es el dinero de los demás!», afirma Alejandro Dumas, hijo, en su obra "Cuestión de Dinero".
Sí, es así de sencillo: utilice el DOP... es decir, el Dinero de Otras Personas. Éste es el medio para adquirir una gran riqueza. Así lo hicieron Benjamín Franklin, William Nickerson, Conrad Hilton, Henry J. Kaiser, el coronel Sanders y Ray Kroc. Y, si es usted rico, es muy probable que también usted lo haya hecho.
Bien, si no es usted rico, aprenda a leer lo que no está escrito.
Mejor dicho, tanto si es rico, como si es pobre, lea lo que no está escrito en cada perogrullada, axioma o factor de automotivación. La premisa fundamental no escrita en la afirmación de «Utilice el DOP» es la de que actuará usted según las más elevadas normas éticas de integridad, honor, honradez, lealtad y aquiescencia, así como con la "Regla de Oro", y las aplicará en sus relaciones profesionales.
El hombre deshonesto no tiene derecho a la confianza.
Y el factor de automotivación del Utilice el DOP presupone el reintegro total según lo estipulado, con un beneficio para aquellos cuyo dinero se utiliza.
La confianza y el uso del DOP son una misma cosa. La falta de un sistema crediticio satisfactorio en un país es la causa del atraso de las naciones. En cambio, el sistema crediticio de los Estados Unidos es la causa de la gran riqueza y progreso de esta nación. Se trata de un hecho típicamente norteamericano.
Por consiguiente, la empresa o la nación que no goza de crédito -o que no lo utiliza para la expansión y el progreso en caso de que goce de él- carece de un factor importante en la combinación del éxito. Siga por tanto el consejo de un prudente y próspero hombre de negocios como Benjamín Franklin.
UN BUEN CONSEJO
La obra "Consejo a un Joven Comerciante", escrita en 1748 por Franklin, se refiere a la utilización del DOP en los siguientes términos «Recuerda que seis libras al año no son más que y generadora. El dinero puede engendrar dinero y su descendencia puede engendrar más.» etc.
Franklin dijo también:
«Recuerda que el dinero es de naturaleza prolífica una moneda de cuatro peniques al día. A cambio de esta pequeña suma (que puede desperdiciarse a diario, ya sea en tiempo, ya sea en gastos inadvertidos), un hombre de crédito puede, por su propia seguridad, gozar de la constante posesión y utilización de cien libras.»
Esta afirmación de Franklin es el símbolo de una idea. Su consejo sigue siendo tan válido hoy en día como cuando lo escribió.
Se puede empezar con unos pocos centavos y gozar de la constante posesión de 500 dólares mediante su utilización. O bien se puede ampliar la idea y gozar de la constante posesión de millones de dólares. Eso es lo que hace Conrad Hilton. Es un hombre de crédito.
La cadena de hoteles Hilton obtuvo créditos por valor de varios millones de dólares, que destinó a la construcción de moteles de lujo para viajeros en los grandes aeropuertos. La garantía de la cadena fue sobre todo la fama de honradez de Hilton.
La honradez es algo para lo que jamás se ha descubierto un sucedáneo satisfactorio. Es algo que está más enraizado en un ser humano que la mayoría de los restantes rasgos de su personalidad. La honradez o la ausencia de la misma se graba indeleblemente en cada palabra que pronuncia y en todos sus pensamientos y acciones, y a menudo se refleja incluso en el rostro, de tal manera que hasta el más indiferente observador puede captar de inmediato la virtud de la sinceridad.
La persona deshonesta, en cambio, puede revelar su defecto en el tono mismo de su voz, en la expresión de su rostro, en la naturaleza y sesgo de sus conversaciones o en la clase de servicios que presta.
Por consiguiente, aunque este artículo parezca centrarsese centra en el tema de la utilización del dinero de otras personas, no deja de subrayar con fuerza el carácter de esta utilización. La honradez y la buena fama, el crédito y el éxito en los negocios están totalmente interrelacionados. El hombre que posee la primera de dichas cualidades lleva camino de adquirir las otras tres.
Napoleón Hill
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