martes, septiembre 22, 2009

¿Es bueno el dinero?

¿Es bueno el dinero? Muchas personas con mentalidad negativa dicen: «El dinero es el origen de todos los males». La Biblia dice, en cambio: «El amor al dinero es el origen de todos los males». Y existe una gran diferencia entre ambas afirmaciones, aunque la diferencia no consista más que en una pequeña palabra.

A los autores les ha sorprendido comprobar que las personas con mentalidad negativa reaccionan desfavorablemente a la obra “Piense y hágase rico” y su contenido. Porque estas personas de mentalidad nega­tiva podrían ganar en un solo año más de lo que ahora ganan en toda una vida, cambiando su actitud de ne­gativa a positiva. Para ello sería necesario que elimi­naran las telarañas de su mente en relación con el dinero.

En nuestra sociedad, el dinero es un medio de intercambio. El dinero es poder. Y, como todo poder, el dinero puede ser utilizado para el bien o para el mal.

“Piense y hágase rico” ha estimulado a muchos miles de lectores a adquirir grandes riquezas mediante una AMP (Actitud Mental Positiva). Estos se han sentido inspirados con "Piense y hágase rico", leyendo las biografías de hombres tales como Henry Ford, William Wrigley, Henry L. Doherty, John D. Rockefeller, Thomas Alva Edison, Edward A. Filene, Julius Rosenwald, Edward J. Bok y Andrew Carnegie.

Estos hombres que acabamos de citar crearon fun­daciones que actualmente superan en conjunto los mil millones de dólares: dinero dedicado exclusivamente a fines benéficos, religiosos y educativos. Los desem­bolsos y donaciones de estas fundaciones superan los 200 millones de dólares en un solo año.

¿Es bueno el dinero? Nosotros sabemos que sí. Las Magníficas Obsesiones de estos hombres per­durarán eternamente.

Y la historia de la vida de Andrew Carnegie con­vencerá al lector de que Carnegie compartió con los demás una parte de lo que tenía: dinero, filosofía y algo más. De hecho, "La actitud mental positiva: un camino hacia el éxito" no se hubiera escrito de no haber sido por Andrew Carnegie. De ahí que el libro esté de­dicado a él y a usted.

Hablemos de él y de usted. Aprendamos de su filo­sofía. Veamos de qué manera podemos aplicarla a nuestra vida.

¡Una sencilla filosofía se convirtió en una Magní­fica Obsesión!
Un pobre inmigrante escocés se convir­tió en el hombre más rico de Norteamérica. Su inspi­radora historia y su estimulante filosofía se hallan ex­puestas en la Autobiografía de Andrew Carnegie.
Desde muchacho, y durante toda su vida, Carnegie actuó movido por una sencilla filosofía básica:

¡Cual­quier cosa en la vida que valga la pena tener, merece que se trabaje por ella! Esta sencilla filosofía se convirtió en una Magnífica Obsesión.

Y antes de morir a la edad de ochenta y tres años, Carnegie había trabajado con diligencia durante mu­chos años, compartiendo inteligentemente sus grandes riquezas con sus conciudadanos y con las futuras ge­neraciones.

Mientras vivió, Carnegie logró ceder aproximada­mente quinientos mil dólares por medio de donaciones directas o fundaciones. Su entrega de millones de dóla­res para la creación de bibliotecas constituye un céle­bre ejemplo de la aplicación de su norma:

¡Cualquier cosa en la vida que valga la pena tener, merece que se trabaje por ella!

Y los libros de estas bibliotecas han sido y segui­rán siendo beneficiosos tan sólo para aquellas personas que se esfuerzan por adquirir los conocimientos, la comprensión y la sabiduría que encierran mediante su lectura y estudio.

En el año 1908, Napoleón Hill, que contaba enton­ces dieciocho años y trabajaba como reportero de una revista para pagarse los estudios, entrevistó al gran fabricante de acero, filósofo y filántropo. La primera entrevista duró tres horas. Y después, aquel gran hom­bre invitó al joven a su casa.

Durante tres días, Carnegie adoctrinó a Napoleón Hill en su filosofía. Al final, invitó al joven reportero a dedicar por lo menos veinte años de su vida al estu­dio y la investigación y a descubrir los sencillos prin­cipios fundamentales del éxito. Andrew Carnegie le dijo a Napoleón Hill que su mayor riqueza consistía no en el dinero sino en lo que él calificaba de... la filo­sofía de la realización americana. Encargó a Napoleón Hill la misión de ser su agente y de compartir dicha filosofía con el mundo.

Y, en este libro, Hill la está compartiendo con usted.

Mientras vivió, Andrew Carnegie ayudó a Napoleón Hill, proporcionándole cartas de presentación para los más grandes hombres y mujeres de su época. Le aconsejó. Compartió sus pensamientos con él. Le ayudó en todos los sentidos, menos en una cosa: el dine­ro. Porque decía: Cualquier cosa en la vida que valga la pena tener, merece que se trabaje por ella.
Él sabía que la aplicación de este factor de auto­motivación suscitaría la felicidad y la salud física, mental y espiritual así como la riqueza. Todo el mun­do puede aprender y aplicar los principios de Andrew Carnegie.

Es costumbre que un hombre comparta su riqueza tangible con sus seres queridos a lo largo de la vida o que lo haga en su testamento. Este mundo en que vivimos sería un mundo mejor si cada persona dejara como herencia a la posteridad la filosofía y los cono­cimientos que le reportaron felicidad, salud física, men­tal y moral así como riqueza... tal como hizo Andrew Carnegie.

Las obras de Napoleón Hill ponen a su disposición los principios mediante los cuales Carnegie adquirió su gran riqueza. Estos principios son tan aplicables a usted como lo fueron a él.

Clement W. Stone