Fred, nacido en Suiza, nunca terminó sus estudios secundarios, pero supo asegurarse un empleo como aprendiz de dirección en el hotel Waldorf-Astoria de Nueva York, poco después de su llegada a Estados Unidos.
En 1954 se trasladó a Los Angeles, donde trabajó como chef en el hotel Beverly Hilton. Poco tiempo después, Fred compró una tienda de confecciones en Beverly Hills, cuyos dos socios deseaban cerrar para cortar sus pérdidas. Según reconoce el propio Fred, no sabía nada del negocio de ventas al por menor, pero comenzó con aquella rienda, a la que atendió como una gallina clueca a su polluelo. Trataba a sus clientes con una amabilidad como nadie antes y acudía a la tienda cada día para supervisar todos los aspectos de las operaciones que otros realizaban por delegación.
La tienda empezó a hacerse con una reputación de calidad y buen servicio al cliente tan reconocida que antes de llegar a abrir una segunda sucursal la marca Giorgio alcanzó ya renombre a nivel nacional por todos los Estados Unidos. En 1982, capitalizando la notable identificación con el nombre que él había hecho famoso, Fred lanzó el perfume Giorgio, que fue comercializado por los más famosos y prestigiosos grandes almacenes de todo el país y se convirtió de inmediato en una sensación.
Cinco años después vendió su compañía de perfumes a Avon por una suma del orden de los 165 millones de dólares (unos 16.000 millones de pesetas).
Fred Hayman conmovió un buen número de mitos empresariales con el macro-éxito de su negocio con una sola tienda. La lección más importante que se puede sacar de ello es que poseer una tienda o miles de ellas no es el factor determinante del resultado, sino la metodología que se emplee en el negocio.
Incluso Ray Kroc afirma que inicialmente ni siquiera pensó en conceder franquicias para utilizar la marca McDonald’s sino que su principal objetivo fue hacer que su primera unidad operara del modo más fluido posible.
Explicaba que una vez se consigue que una única operación funcione con eficiencia y beneficios, la expansión a nivel nacional es un proceso relativamente sencillo. La mayor parte de los empresarios subrayan en exceso la expansión inmediata, sin dedicar el tiempo y el dinero necesarios para afianzar unos fundamentos sólidos sobre los que construir. Regla del mundo real número 208: mientras más rápida sea la expansión de un negocio, particularmente en sus primeros años, menos posibilidades tendrá de éxito. Un corolario parcial: el éxito a largo plazo de una empresa tiende a ser inversamente proporcional a la cantidad de éxito, o que se perciba como tal, de la empresa en cuestión.
Adquiramos el hábito de trabajar duro para conseguir resultados sencillos, después encontremos caminos sencillos para aprovecharnos de esos resultados.
Otro error con el que estoy demasiado familiarizado es creer que un programa de trabajo fatigoso es la clave para hacer dinero. Por cierto, no es necesario recorrer el país de un lado a otro perpetuamente para dar con un buen negocio, pues tal vez muy cerca de su casa, al alcance de su mano, hay muchos más de los que puede realizar.
Recuerdo la triste historia de una persona que conocí el pasado año, que posee una gran casa en una calle prestigiosa que se extiende paralela al océano en un sector privilegiado de Los Angeles. Herb fue un típico constructor polivalente que durante muchos años viajó de continuo por todo el país, construyendo monumentos en su propio honor, en forma de edificios de oficinas y complejos residenciales cada vez mayores y más altos. He dicho «típico» porque, como la mayor parte de estos constructores ambulantes, acabó en la ruina y ante los tribunales.
Años después tuve ocasión de comentar con él sus juicios y sus tribulaciones y me dijo:
—¿Sabes una cosa? Me gasté una fortuna mientras tenia que soportar todas las incomodidades e inconvenientes derivados de los viajes a lugares distantes para desarrollar proyectos muy amplios. Fue una pesadilla interminable de tratos con mozos de equipaje, agentes de viaje, taquilleras, azafatas, taxistas y recepcionistas, entradas y salidas en hoteles y toda la serie de restantes horrores que se asocian con los viajes de negocios... ¡y todo aquello no me sirvió para nada!
Ernie Zelinski ('El éxito de los perezosos')