martes, diciembre 08, 2009

Dinero, Gasto y Vejez



"La gente prefiere suicidarse a tener que aprender matemáticas".
Bertrand Russell

Ser racional es difícil para la gran mayoría de las personas. A los humanos se nos estimula constantemente a sentir, pensar y comportamos de de terminadas maneras. Las exigencias familiares, educativas, sociales, matrimoniales, de credo, y aun de amistad, norman nuestra conducta y establecen modelos que no nos gusta practicar, pero que en ocasiones seguimos.

Con frecuencia nos resulta difícil concentramos y pensar atinadamente en las razones por las cuales no nos damos tiempo para analizar los hechos. Nuestro comportamiento se vuelve mecánico o reactivo (en lugar de vivo y activo) y a diario nos esforzamos por realizar tareas intrascendentes.

Lo mismo sucede con nuestros sentimientos negativos; nos limitan. Comemos en exceso cuando nos sentimos emocionalmente vacíos, tomamos alcohol para aliviar nuestras penas y ganamos innecesariamente cuando nos sentimos injustamente privados de nuestras “necesidades”.

Los psicólogos vemos diariamente en nuestros consultorios a muchas personas que tienen diferentes problemas psicológicos; dichos problemas, en ocasiones, contribuyen a que la gente gaste en exceso. Algunos individuos tienen una exagerada necesidad de triunfar y de aparentar ante sí mismos y ante los demás, que no tienen problemas económicos.

Otros anhelan tanto el ser queridos y aceptados, que gastan en exceso a fin de conseguirlo, a través de la compra de regalos para sus amigos y familiares, y de la costosa asistencia a numerosas actividades sociales, privándose así de la satisfacción de realizar sus sueños a largo plazo.

La hostilidad y el enfado hacia otras personas puede tratar de “manejarse” procurando alejar dichos sentimientos por medio de compras compulsivas, lo cual conduce a algunos individuos a excederse en sus gastos. El miedo de sentirse solo y triste, aunado a la incapacidad para tolerar la frustración normal, puede explicar que se realicen compras innecesarias e irracionales.


Éste es uno de los problemas psicológicos con el dinero, el otro es el de la previsión económica para la vejez.


¿Por qué tan pocas personas hacen planes para su vejez?

¿Por qué algunas personas dejan para el último minuto una tarea tan importante que afecta su futuro?

¿Será quizá que es más fácil no enfrentar algunos aspectos de la vida que nos ponen nerviosos?

Psicológicamente, la vejez ejerce demasiada presión. Cuando se es viejo es aún más difícil soportar las dificultades comunes. Los amigos se enferman, los conocidos mueren, una generación más joven adquiere posiciones importantes en la sociedad. Las mujeres que se consideraron atractivas toda su vida comprenden que ya no llaman la atención como antes; los hombres con una cierta capacidad empiezan a sentirse rechazados por las personas que antes buscaban su consejo.

Es sorprendente que cada vez más gente llegue a la vejez con tan poca idea de cómo manejarse adecuadamente desde un punto de vista financiero. Esta inexperiencia tiene un fuerte influjo en el carácter de las personas. No tener esperanzas para el futuro puede deberse en gran parte a no considerarse capaz respecto de su situación económica.

Además, sentirse amenazado por la pérdida de la pareja estimula las ideas de incapacidad. Casi podemos construir una ecuación que diga: cero planeación financiera, más el temor de estar solo, igual a depresión y sentimientos de incapacidad.

En el caso de las mujeres, el panorama empeora respecto al de los hombres.

Cuando se trata de dinero, las mujeres están en problemas con frecuencia. Las que trabajan ganan 40 por ciento menos de lo que perciben los hombres. Dos tercios de las mujeres en los Estados Unidos son viudas, divorciadas, separadas, o sus esposos ganan menos de 18 mil dólares anuales. A pesar de todos los avances espectaculares habidos en el siglo XX, las mujeres siguen siendo discriminadas económica y profesionalmente en casi todas las áreas.

Albert Ellis y Patricia A. Hunter