martes, febrero 09, 2010

Sobre los Paradigmas (I)


Permítame compartir con usted una historia real que comenzó en 1968 y que ilustra por qué necesitamos aprender cómo explorar el futuro.
En 1968 usted habría esperado la misma respuesta de toda persona a quien se le hubiera formulado la siguiente pregunta:
¿Qué nación dominará en 1990 la fabricación mundial de relojes?
La respuesta es obvia: Suiza.
¿Por qué? Porque Suiza había dominado el mundo de la fabricación de relojes durante los últimos sesenta años. Los suizos hacían los mejores relojes del mundo. Todo aquel que quisiera un buen reloj, un reloj exacto, adquiría un reloj suizo.
Los suizos estaban perfeccionando sus relojes constantemente. Ellos habían inventado las manecillas para los minutos y los segundos. Ellos encabezaban la investigación para descubrir mejores maneras para fabricar los engranajes, los ejes y los resortes de los relojes modernos. Eran los pioneros de la investigación de la fabricación de relojes a prueba de agua. Pusieron en el mercado los mejores relojes de cuerda. Los suizos eran innovadores constantes.
Lo que trato de indicar es que los suizos no se durmieron precisamente sobre los laureles. Ellos trabajaban continuamente en la fabricación de mejores relojes.
En 1968 los suizos tenían más del 65% de las ventas en unidades en el mercado mundial de los relojes y disfrutaban de más del 80% de las utilidades (90%, según algunos expertos). Por un amplio margen eran los líderes mundiales en la fabricación de relojes, muy lejos de quienes ocupaban el segundo lugar.
Sin embargo, en 1980 su participación en el mercado había descendido del 65% a menos del 10%. Su inmenso dominio de las utilidades había caído por debajo del 20%. Desde todo punto de vista, los suizos habían sido deshonrosamente destronados como líderes del mercado mundial.
¿Qué sucedió?
Algo muy profundo.
Ellos habían chocado con un cambio paradigmático, un cambio en las reglas fundamentales de la fabricación de relojes. El mecanismo mecánico estaba a punto de dar paso al mecanismo electrónico. Todo aquello en que los suizos eran buenos —la fabricación de engranajes, ejes y resortes— era irrelevante en la nueva concepción.
Y de esta manera, en menos de diez años el futuro suizo en la fabricación de relojes, que parecía tan seguro, tan provecho so, tan dominante, fue destruido. Entre 1979 y 1981, cincuenta mil de los sesenta y dos mil fabricantes de relojes perdieron sus trabajos. Y, en una nación tan pequeña como Suiza, aquello fue una catástrofe.
Para otra nación, sin embargo, fue una oportunidad única. Japón, que tenía menos del 1% del mercado mundial de relojes en 1968 (aunque sus relojes mecánicos eran casi tan buenos como los suizos), se encontraba en pleno desarrollo de la tecnología electrónica en el ámbito mundial. El reloj de cuarzo electrónico fue una consecuencia natural. Seiko lideró la acometida y actualmente los japoneses tienen cerca de! 33% del mercado y una participación equivalente de los beneficios.
La ironía de esta historia para los suizos radica en que la situación hubiera sido totalmente evitable si los fabricantes de relojes suizos hubieran sabido cómo pensar respecto a su propio futuro. Si sólo hubieran conocido la clase de cambio que estaban enfrentando: un cambio paradigmático.
Porque fueron los propios suizos quienes inventaron el movimiento del cuarzo electrónico en su instituto de investigación en Neuchatel. en Suiza. No obstante, cuando los investigadores suizos presentaron esta revolucionaria idea a los fabricantes suizos en 1967, la idea fue rechazada.
Después de todo, no tenía resortes, no necesitaba ejes, prácticamente no requería engranajes, funcionaba con pilas, era electrónico. De ninguna manera podría ser el reloj del futuro. Tan seguros estaban los fabricantes suizos de tal conclusión que permitieron que sus investigadores exhibieran su inútil invento en el congreso mundial de relojería de aquel año. Seiko le dio un vistazo y el resto es historia.
¿Cómo puede evitar el error cometido por los suizos? Piense que la industria relojera suiza no es la única que ha cometido tal error. Naciones enteras lo han hecho. Muchas sociedades y organizaciones lo han hecho. Muchas personas. Todos somos susceptibles.
La mayoría de las personas piensan en el futuro sólo como una situación que siempre está amenazando su seguridad, rompiendo promesas, cambiando las reglas, ocasionando toda clase de problemas. Y, sin embargo, en el futuro se encuentran nuestras mayores posibilidades. Nosotros no podemos cambiar el pasado aunque, si somos inteligentes, podemos aprender de él. Las cosas suceden solamente en un periodo determinado: el presente. Pero el “espacio” de tiempo en el presente es demasiado pequeño para permitir mucho más. Es en lo que está por suceder, el futuro, y solamente ahí, donde tenemos el tiempo para prepararnos para el presente.
Si podemos aprender a anticipar mejor el futuro, no necesitamos temerle. En realidad, podemos darle la bienvenida, abrazarlo, prepararnos para su llegada, porque una mayor parte de él será extensión directa de nuestros propios esfuerzos.
Tal vez no podamos discernir la dimensión exacta del futuro, pero mediante la exploración pueden obtenerse datos significativos sobre su probable contorno y dirección.
En realidad, debemos hacerlo si queremos comenzar a dar forma a nuestro propio futuro.
Y mientras aprendemos a anticipar, también aprendemos a ser más innovadores mediante el descubrimiento y la creación.
Como en más de una antigua tradición se ha observado: en el futuro usted pasará el resto de su vida. Y puesto que esto es cierto, ¿no sería útil tener mayor conocimiento sobre el vecindario antes de mudarse?